Estudiar.
Para unas personas estudiar no sirve de nada, si esta acción se apoya en premisas preestablecidas.
Para otras, ocupa un lugar, un lugar privilegiado, aludiendo a un estatus social que adquieren las personas estudiosas con resultados académicos.
Y para un tercer grupo estudiar ocupa tanto que se lleva tu presente y parte de tu futuro. Y las personas que engloban este grupo, se desvelan minuciosamente con estudios que puedan construir experiencias nutricias y enriquecedoras.
En generaciones anteriores, estudiar era una etapa que terminaba pronto, por lo menos desde el punto de vista académico, y rápidamente pasaban al aprendizaje por experimentación. Esto les permitía estudiar, y aprender, lo referente al puesto de trabajo que ocupaban. Y eran estudios, realmente, porque les permitía avanzar no sólo en la cadena jerárquica de la empresa, sino también en el desarrollo y profundización de un oficio.
Y era ese oficio el que les permitía tener una cierta libertad de movimiento, pues de su mano podían seguir ejerciendo su trabajo en ese espacio laboral, o incluso, montarse su propio negocio por cuenta ajena.
El oficio, era pues, la pieza que les ofrecía abrir nuevas etapas en sus vidas, si así lo deseaban
Hoy en día, en el que el mundo laboral está en profunda y caótica transformación, este método de aprendizaje por experimentación ha quedado prácticamente en desuso. No hay relevo generacional para la gran mayoría de esos oficios, y no porque no sean necesarios para el desarrollo consciente de nuestra sociedad, sino porque se les ha robado el verdadero valor, en pro de estudios académicos y el libre consumo (consumismo).
Sólo cuentan los diplomas o el emprendimiento, y ninguna de estas vías garantiza la experimentación necesaria para desenvolverse con profesionalidad.
Los diplomas universitarios están al alza, no en vano creo que cuestan un potosí. No es un mundo que yo haya recorrido, aunque tal vez me toque hacerlo como madre. Quien sabe cuáles son los caminos que atravesarán mis hijas. Pero siempre me ha llamado mucho la atención que la gente que ha hecho carrera universitaria, al terminarla, tienen acceso al diploma, siempre y cuando pasen por caja.
La firma del rey español también debe cotizar en bolsa, a juzgar por el precio que le pone. O será que el papel de los diplomas es tan “real” que es éste el que genera divisas.
Me pregunto ¿es esto a lo que llaman progreso?
Y en cuanto al emprendimiento, el camino que yo elegí hace unos años, está tan en auge que a muchas empresas les está llenando los bolsillos de billetes. Hay cientos de empresas que venden métodos infalibles para ayudarte a descubrir tus dones y tus talentos, otras tantas que te enseñan a empaquetarlo para sacarlo al mundo, bastantes más de cientos que te venden las claves indestructibles para que tu negocio de emprendimiento encuentre vías de venta en las redes sociales, y por supuesto, otras tantas que te dan los trucos que necesita todo negocio para el marketing, el branding, y no sé qué más –ing.
Nunca estarás sola si deseas emprender porque te llegarán a tu correo cientos de mensajes con promesas del estilo Las Vegas.
En ninguna de estas dos vías se enseña un oficio, con todo lo que esto implica.
Un oficio es mucho más que estudiar, es mucho más que practicar de forma monitorizada.
Un oficio habla con cada una de las labores en las que se entrega.
Un oficio tiene cuerpo y tiene alma.
De hecho, todos los oficios que relegaron la sabiduría de la experiencia de quien lo practicaba, para entregárselo a un cadena de máquinas, ha ganado en productividad pero ha perdido la esencia que lo hacía diferente, que lo hacía peculiar, que dejaba entrever la autenticidad en el resultado.
A veces viene bien rendirse a la evidencia de que el mundo gira, y que en cada giro cambia, y que no lo hace en la dirección deseada. La Naturaleza no se rinde porque jamás abandonó su oficio, porque no lo pone en duda y porque no persigue unos resultados medidos por su productividad, sino en el relevo generacional. Cada semilla de un manzano contiene la sabiduría completa del manzano.
Pero el ser humano, en nuestros ansiosos deseos de progreso, y en los imperantes anhelos de obtener resultados que muestren el éxito en nuestras vidas, relegamos nuestra propia naturaleza, igual que lo hacemos con los oficios, y para reconducir nuestros andares es necesario parar y rendirse, para darnos tiempo.
Reconectar con nuestro propio camino, y tomar con naturalidad, que cuando nacimos aceptamos ser como somos. Y eso implica, rendirse ante la evidencia de que somos humanos. Seres duales que tendemos a perder las enseñanzas de quienes nos precedieron y a poner nuestra atención individualizada en los resultados que obtenemos.
Empezar nuevas etapas es divertido. Todo un universo por delante provoca que se afilen nuestros dientes, buscando sin tregua las estrellas de ese firmamento abierto de par en par.
En ese afán de galopar el arco iris, no existe la pereza, queremos todo el pastel y no sólo un bocao. Dejamos plantada a la perfección y dejamos, también, que nuestro impulso más instintivo persiga ese todo con el ímpetu de un volcán.
En los humanos hay esta tendencia a afrontar las nuevas etapas mirando sólo el resultado, como si el reloj apretase nuestras propias cuerdas. En el fondo, manifestando que no hemos tomado consciencia de algo tan importante como que no hace falta correr para llegar.
Que corriendo nos perdemos los mejores bailes, disfrutar de la música que acompaña esa nueva etapa, de tomar las enseñanzas de esa amapola que asoma en un extremo del camino, de jugar con las formas que nos entregan las nubes o de apreciar los rayos del sol dándonos vida a través de la piel. El oficio de ser humano.
Si sigues corriendo para alcanzar el resultado, tarde o temprano, verás las fauces de ese tiburón que es tu ego.
Pero si paras, si descansas, si te detienes, entonces, tal vez, aparezca un trébol de cuatro hojas en la mitad del camino.
Igual que las notas que sacaste en el instituto no son la nota de tu vida, tampoco lo son los resultados que obtengas en cada nueva etapa. Lo importante es considerar que esos resultados puedan ser la semilla fértil del siguiente ciclo.
«Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados»
Mark Twain